No sé a quién pero a veces siento que le debo textos. A "El Gran Otro", al lenguaje, diría Zizek. Como nadie lee estas cosas, no me importa empezar con una alusión al señor nervioso del póster de Stalin en la sala de su casa. A la vez esto refuerza la idea de que uno le escribe a ese Otro, esa cosa intangible contra la que uno constantemente se mide éticamente; a Dios por ejemplo, pero yo no lo tengo tan a mano. Siento que le debo textos a mi padre. No es que no hable de él. Siempre hay algo que me recuerda a mi padre, a mi pa, como le decía. Todavía si quiero puedo escuchar su voz en mi cabeza. Y qué difícil darse cuenta de que él es la vara con la que mido el mundo, con la que me evalúo y a partir de la cual modero o genero mis expectativas. No es que fuera perfecto mi pa. Tuvimos muchas discusiones sobre género, sobre raza, nunca sobre clase excepto cuando tocó la hora de hacernos examen y reconocernos un poquito aspiracionistas: "nunca había escuchado esa pa...
Me he dado cuenta de que soy un tipo muy apacible, o eso creo. Por eso creo un personaje iracundo que escribe desde la bilis. Cosas quesque serias para no ser tomadas en serio.