Ayer tuve el gran placer de asistir a la presentación de un libro de Etgar Keret, un escritor al que descubrí de una manera poco común, estaba revisando el catálogo de la editorial Sexto piso y vi un título, Pizzería kamikaze y otros relatos y pensé que no podía haber un libro con un título tan singular sin que yo lo hubiera leído. Fui a Gandhi, compré el libro, lo leí en poco tiempo y eso me movió a comprar el resto de los libros. Después de que se rumoraba que no vendría al DF, que sólo iba a estar en Guadalajara (o al menos según yo existía tal rumor) la duda se disipó desde la cuenta de Twitter de Sexto piso.
Iba a ver a una amiga ese mismo día, así que le propuse que hiciéramos lo que tenía que hacer antes de las siete (comprar regalos de intercambio que incluyó una improvisada chamarra de piel para ella) para poder llegar a lo de Keret. A las seis veinte ya estábamos ocupando nuestros lugares en un auditorio casi vacío, no podía tomar ningún riesgo. Como todo mal fan de quien sea, no me di cuenta de cuando lo tuve en frente sino hasta después de un rato –yo esperaba un hombre más joven– y empezó la presentación, sin duda bastante particular (hago alusión a esa acepción negativa de "particular") porque de pronto había un sujeto cantando algo bastante improvisado con cuatro acordes muy obvios (Do y La menor para las estrofas, Sol y Fa para algo que me imagino era el coro) y una voz bastante mala; después de eso ya todo era posible. Al terminar la canción, Pepe Gordon con la aprobación de Keret nos leyó un cuento de apenas dos páginas de una voz narrativa en primera persona que trae algunas cosas en los bolsillos (un encendedor, un dulce para la tos, un timbre postal, un solitario y algo torcido cigarro, un palillo, un pañuelo de tela, una pluma, dos monedas de cinco shekels, etc) , dice "para encontrarme en una situación de ventaja cuando llegue el momento de la verdad". ¿Cuál será la hora de la verdad? Seguramente un momento de vida o muerte. Continúa el relato diciendo que quizá algún día lluvioso se encuentre cerca de una chica guapa al lado de un buzón rojo que lleve un sobre y sin un timbre postal, que a pesar de saber que ya no hay oficinas postales abiertas, ella le preguntaría si de casualidad no sabe de una donde pueda comprar el timbre, él amablemente le regalaría el suyo y mientras ella intenta agredecerle, tose un poco, a lo que el responde con el dulce para la tos y cuando ella le pregunta "¿qué más traes en los bolsillos?" él responde "todo lo que puedas necesitar". El último párrafo es fabuloso:
Pues ya está. Ahora ya lo sabes. Eso es lo que traigo en los bolsillos. Una pequeña posibilidad de no cagarla. Cierta posibilidad. No demasiado grande, incluso poco probable. Lo sé, tonto no soy. Una pequeñísima posibilidad de que, digamos, cuando llegue la felicidad pueda decirle "sí" en lugar de "perdón, lo siento, no tengo ningún cigarro/palillo/moneda para la máquina de las bebidas". Eso es lo que traigo en los bolsillos, tan abultado y repletos, la remota posibilidad de poder decir sí en lugar de lo siento.
Mi amiga y yo nos miramos con infinita tristeza. Algo nos ha pasado que si a los 19 podíamos hacer promesas eternas, ahora sólo podemos decir lo siento, "con el tiempo aprendes a cagarla" en vez de cargar con la pequeña posibilidad de no cagarla, algo nos ha pasado que nos hemos vaciado los bolsillos...
La presentación siguió su curso, en algún momento le preguntaron qué tan familiarizado estaba con la violencia a lo que respondió algo parecido a "vivo en Tel Aviv, somos violentos, pero usualmente primero te amedrentamos, luego te compartimos la mitad de nuestro sandwich y si nos das tiempo suficiente te ofrecemos a nuestra hija en matrimonio". Creo que ese fue el momento en que dejé de poner mucha atención, es que previamente con ese cuento, Keret, con esa narisota y sonrisota nos había dado un putazo a mi amiga y a mí, esa sonrisa nos decía "pobre gente que dice lo siento", pero después todo fue más claro, esa sonrisa también fue la de la conciencia de que cualquier día de estos podemos llenarnos los bolsillos. A la hora de la verdad, en esos asuntos de vida o muerte, lo que es verdaderamente importante es estar listo para ellos: estar dispuesto, porque lo demás... lo demás es lo de menos.
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