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Dámaso Alonso y Derrida

No quiero hacer una exposición muy grande ni nada. Simplemente unas palabras al momento de leer a Dámaso Alonso se me ocurrieron. Hay veces que siento que la crítica hispánica está tan lejos de la teoría, que muy a menudo me sorprendo cuando descubro que esto no es del todo cierto. Parece más bien que la crítica hispánica no está consciente de esa masa amorfa de conocimiento que llamamos teoría. ¿No es encantador que Dámaso Alonso diga cuando discute sin saberlo el caso de la vacuidad (no vaciedad, chavos, ¡por favor!) del nombre propio, escriba lo siguiente?:
La madre dice: ¡Javier! llamando a su hijo: a) cariñosamente; b) airadamente; c) aterrada porque el el niño cruza la calle en el momento en que un camión se le echa encima, etc., etc. ¡Qué escaso lo conceptual en Javier! Es sólo una llamada...
Derrida habla sobre esa misma vacuidad, así como Benveniste habla de la vacuidad del pronombre yo y su necesaria actualización y cambio de significado en la enunciación. Dámaso Alonso de manera simple expone un tema muy complejo, quizá de una manera tan simple que nos pasa desapercibido.

Su propósito es exponer que el concepto de "significante" de Saussure le parece insuficiente, que el significado de un significante no sólo trata del concepto sino de sus cargas afectivas. Dámaso Alonso llamará lo que conocemos como rasgos suprasegmentales, "significantes parciales" y estos:
Alteran la estricta expresión conceptual, proceden de oscuras querencias en el hablante, y, claro está, las significan, por la sencilla razón de que esas querencias son inmediatamente captadas, intuidas por el oyente. Son pues "significantes parciales" ente los que sale envuelta y modificada la expresión del concepto (la sucesión de sílabas, llamada por Saussure "significante"), que no es en sí misma sino otro mero "significante parcial", aunque sea el más distintivo de la comunicación idiomática humana.
Lo interesante es que convierte todo en parcialidad y en momentos coquetea con la idea de hacer de las cargas emotivas el punto principal del lenguaje, en vez de la expresión del concepto. Cursi, quizá, pero implica que aquello que es tenido como suplementario se convierte en algo primordial y destroza todas las jerarquías. El idioma para Dámaso Alonso en estos dos ejemplos es muy poco conceptual: es vacío, emotivo, sensorial, vivencial y después comunicativo. 

No si si lo sabía, pero la apuesta de Dámaso Alonso por la poesía, en principio, es altamente post-estructuralista a pesar de que él quiera permanecer sólo en terrenos de la estilística.

Casi sin querer.

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