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Revisiones

En un arranque de terrible nostalgia, me puse a leer archivos viejos de lo que con mucho desprecio llamo "textos creativos". El dicho desprecio se explica dado a que de cada 10 escritores o poetas que he conocido, nueve me dan ganas de vomitar de risa y desesperación. Si a esto le añadimos que el texto que les presento hoy se enmarca dentro de lo que yo llamo crítica de broma, lo que más me repugna no es que haya encontrado el tiempo para escribir semejante estupidez, sino que en verdad que creo que esto podría publicarse como algo serio, como algo que sí pretende ser crítica de la de verdad. Si me pongo a pensar en esas personas que creen que hacen crítica de verdad (éste seguramente es uno de mis momentos de mayor condescendencia y lo celebro con una copa en la mano para completar la imagen) pues me da todavía más asco. Entonces este texto debería hacer que "quemase" mi garganta con jugos gástricos, pero la verdad es que me da mucha risa. Sin más, algo que encontré en el archivo de textos viejos:



Conferencia. Comentario de los versos "Miren/ una vela encendida: pincel de llamas" del poemario Villancicos del santo niño de las quemaduras de Luis Felipe Fabre.

                                               Miren
                                               una vela encendida; pincel de llamas

Estos versos tienen, sin duda, varios problemas de comprensión que analizaremos a lo largo de este trabajo. El acercamiento a la poesía siempre parece representar un reto para las mentes no educadas, de lo que se trata es de saber desmenuzar las palabras, de aislarlas y permitir que sean libres.
La lectura de este primer verso resulta ya de suyo, conflictiva y es que la lectura es un acto de rebelión. Para rebelarse presuponemos que se tiene la libertad de oponerse, de no estar de acuerdo, por lo que se infiere que para leer, –sobre todo para leer poesía–, que somos hombres libres, que si leemos es porque disentimos del estado actual del mundo, de sus estructuras, de sus maneras. Por eso choca encontrarse con una orden, un verbo imperativo:
Miren…
No debemos juzgar mal al poeta por ir en contra de la misma naturaleza de la lectura: varios son los escritores célebres que se han equivocado y la tradición los disculpa. Empero, lo que cabe decir es que no hay que juzgar mal al poeta sólo por este error. Este verso tan corto contiene al menos tres errores: la presencia de una orden, problema que ya ha sido expuesto, la poca duración silábica que dentro de las reglas de la métrica métrico-sintagmática haciendo especial énfasis en la poca presencia de tonemas (¡uno solamente!) deviene en un error tan evidente que no vale la pena comentarlo más, y el tercer error es la pobre elección de palabras. Este último error cobra especial relevancia cuando se trata de un verso de una sola palabra y es un problemas que abordaremos más adelante.
            No hay que ser anticuados en cuanto a nuestras apreciaciones poéticas, en tiempos de nuestros primeros poetas el hecho de que un verso no fuera una unidad de sentido resultaba inadmisible, las leyes de la esticomitía lo prohibían; sin embargo dado que la palabra "esticomitía" ha caído en desuso en la lengua española, al menos por parte de la gran mayoría de potenciales lectores de poesía, es justo también olvidar lo que prescribe; de ahí que no incluyamos un posible cuarto error del verso: sólo adquiere completo sentido cuando leemos el verso que le sigue:
                                               Miren
                                               una vela encendida: pincel de llamas.
            Como seres humanos que somos, apenas resulta natural que miremos una vela encendida. A nadie sorprendería que una vela apagada pasara desapercibida, pero una vela encendida es difícil de pasar por alto. Por esto es poco recomendable ir en contra de la misma naturaleza de la lectura: el poeta nos obliga al menos a presuponer dos cosas: un estado de oscuridad y la búsqueda, propiciada por la misma oscuridad, de una luz. De esta manera podríamos explicarnos que el poeta diga:
                                               Miren
                                               una vela encendida
            Aunque preferentemente deberíamos puntuar:
                                               ¡Miren
                                               una vela encendida!
            Esta resolución ofrece al menos dos problemas, uno gran importancia y otro de mucha más importancia: el primero es que dicha exclamación resulta poco poética; no se le podría reprochar a nadie que la anterior exclamación le evocara a su vez:
                                               ¡Miren
                                               tierra a la vista!
            Y esa exclamación rompe con uno de los principales propósitos de la poesía: aspirar a lo sublime. El segundo y mayor problema es que carece de sentido. Lo que sabemos del poemario de Luis Felipe Fabre es que se llama Villancicos del santo niño de las quemaduras. Como sabemos, los santos son martirizados gracias a una tradición de la antigüedad tardía por medio de la tortura. ¡Atención querido público: ser torturado y ser martirizado no es lo mismo! A nosotros nos interesa la precisión en el uso del lenguaje. Retomando el hilo de mi exposición, práctica común fue quemar a los santos como podemos leer en la Vida de san Eustaquio o en la Vida de San Lorenzo. La única explicación posible para que "Miren/ una vela encendida" fuese una exclamación en el marco del poemario Villancicos del santo niño de las quemaduras sería para prevenir al niño de que se quemara. Seguramente cualquiera de nosotros haría eso por un niño, pero no debemos olvidar que estamos tratando con poesía religiosa: si este niño no se quemara, se le privaría de su proceso de martirización, lo cual dentro las dinámicas de los textos religiosos resulta totalmente inadmisible.
            Un problema mayor de este segundo verso es la parte posterior a los dos puntos: "pincel de llamas". Los dos puntos sugieren que los términos unidos son similares, por lo que debemos asumir que "una vela encendida" es similar a "pincel de llamas". Esto se sostiene gracias a una débil pero existente lógica poética: si recordamos el insalvable primer verso "miren", se sigue que veamos algo que, llevado por el segundo verso, sea una obra pictórica, el pincel sería una metonimia por el pintor, y su obra artística es la luz, ya que las llamas metafóricamente pintan la luz. Y podemos ir más allá: la luz nos pinta a nosotros, nos hace visibles. Pues esto está muy bien si el poemario fuera sobre Velázquez, pero se trata de un niño martirizado a través del fuego. Es por eso que me permito sugerir las siguientes enmiendas:
1.- En vez de "miren", considero conveniente decir "toquen" (para resolver el problema de la pobre elección de palabras).
2.- En vez de "una" creo que debieran ser al menos "diez".
3.- En vez de "vela" sugiero el uso del lexema "antorchas".
4.- En vez de "pincel" me parece conveniente usar "hoguera".
5.-En vez de "llamas" quisiera elevar el sentimiento añadiendo la paragoge "ardientes".
            De hacerme caso, el poeta acertaría no sólo dentro de los cánones de la poesía religiosa, que se tratan de exaltar el sufrimiento del santo inspirado por su devoción, sino en los últimos avances de las consideraciones de las neurociencias, que señalan que la literatura se basa en un principio de empatía del lector con lo narrado. Digo esto porque, díganme si no, el verso expresa mejor la devoción exigida por los cánones religiosos al lector de la siguiente manera:

                                   Toquen
                                   diez antorchas encendidas: hoguera de llamas ardientes.
Como ven, querido público, la lectura de poesía es un reto constante que debemos mantener con el autor teniendo en la mira que debemos luchar por nuestra libertad.




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