Es normal hablar de amores y emplear imágenes bélicas: la amada cuando no es una estatua de joyas decorada, es fortaleza. Pero veamos que se puede hablar en otro nivel de la similitud del discurso amoroso y del discurso épico: las voluntades. Chrétien en Cligés al narrar el encuentro de de Cligés y Fenice, se permite una digresión:
Chrétien, listo, hace un pequeño tratado de no-anatomía. Pero lo que de cierta manera aquí me mueve a escribir es explorar cómo la imagen de una dimensión personal y privada se puede abrir a una política y pública. En el Libro de Alexandre, pero también en otras muchas obras, tenemos pasajes como el siguiente:
Esto se lo dice un miembro de su consejo a Darío, emperador persa. El sentido del verso es que todos comparten la misma opinión, existe concordia (tienen el mismo corazón), y de lo que se trata aquí es de enfrentar a las huestes de Alejandro.
Entonces podemos observar una vez más, la sublimación del código vasallático para expresar la fortaleza de la unión amorosa: como bien sabemos, no puede haber nada más que un trasfondo ideológico para unir individuos y hacerlos luchar contra otros. En este caso se trata de que los vasallos comparten la misma voluntad que su señor, por lo que es la lealtad la que amalgama esos corazones y no perdamos de vista que la lealtad es tema fundamental de la sociedad medieval pues es lo que garantiza la estabilidad de la pirámide social (el Libro de Alexandre tendrá la traición como uno de los ejes fundamentales dada su capacidad de vulnerar la posición de los señores). De esta manera explicamos frases del tipo "el amor todo lo vence", inscrita en una lógica de batalla: a final de cuentas en la dinámica del amor artístico hay que superar obstáculos.
Quizá haya que señalar una diferencia estructural. A pesar de que con esta imagen de la unión de corazones/voluntades se enfatiza la fuerza del amor, la situación forzosamente en la dinámica privada es diferente, o debería serlo para nosotros. Si interpretamos de manera estricta el texto medieval, literariamente es el varón el que es "vasallo de amor", por lo que la relación se invierte en favor de la dama, lo que por otro lado, es una ficción literaria; si nos vemos muy históricos, diremos que la sociedad patriarcal inclinaba la balanza hacia los intereses de los varones aunque el velo ideológico sublimara dicho yugo; si nos vemos más bien actuales, que es la postura que me interesa perseguir, diremos que en el amor debe haber dos voluntades y que ninguna se impone sobre de la otra, sino que es como dos voces que se mezclan, que el amor es el "duro deseo de durar", que en el amor se funden dos miradas que contemplan más o menos el mismo paisaje, que el amor choca dos voluntades: las presiona hacia sí mismas, y así las voluntades reconocen las diferencias que las distinguen, las incorporan, y las extienden en el tiempo, no para deshacerse de ellas, sino que lo hacen en un abrazo infinito que desconoce la imposición del uno.
Hace tiempo leía un librito que decía que deberíamos sacar al amor del discurso de la explotación, eso de que "hay que trabajar en la relación" quizá es reflejo de nuestra valoración a priori del trabajo como algo bueno y necesario, lo que en últimas consecuencias y en este contexto defiende intereses muy específicos. Quizá estos ejemplos sirvan no sólo para el especialista en su deseo de entender hasta qué nivel en los textos medievales el amor y lo bélico están imbricados dentro del marco de ideas comunes, sino también para que nos demos cuenta de cómo hemos aprendido que es el amor: 'conquistar el corazón de alguien', por ejemplo, está a dos rayitas de ser 'subyugar la voluntad de alguien'. ¿Peco de exagerado en el ejemplo anterior? Puede ser, pero al final nunca deja de ser necesario ver si lo que tenemos naturalizado esconde esas cosas que no sabemos que sabemos, porque ahí es donde opera la ideología. El amor occidental lo heredamos del siglo XII, es el amor del que nos quejamos porque perpetúa dinámicas de desigualdad y en teoría esas son las cosas que nos interesa desmantelar. Irremediablemente el amor caerá sobre algún marco ideológico, lo que no es necesariamente malo: cuando Alain Badiou dice que el amor es "la expresión mínima del comunismo" no desideologiza el amor, sino que lo inserta en un mundo en el que no existe la explotación del hombre por el hombre en ninguno de los niveles y claramente esto le parece preferible. Al final al final al final de todo, se trata de asumir una postura, pero para eso hay que reconocerlas primero: para eso leemos.
No diré, como han dicho algunos, que en un solo cuerpo se juntan dos corazones. No es verdad, ni siquiera posible, que en un cuerpo puedan alojarse dos corazones. Y si pudieran juntarse, no podría parecer verdad. Pero si os agrada escucharlo os explicaré cómo dos corazones no forman más que uno sin que lleguen a juntarse en uno solo. No forman más que uno en tanto que los sentimientos de cada uno pasan de uno al otro; juntos desean lo mismo y por este deseo común hay algunos que suelen decir que cada uno tiene el corazón de los dos. Pero un corazón no está en dos lugares. Su voluntad puede ser una, pero cada uno tiene, sin embargo, su corazón, de igual modo que varios hombres pueden cantar al unísono una canción o una melodía. Mediante esta comparación os demuestro que un cuerpo no puede tener dos corazones, sabedlo bien: ni siquiera si uno sabe todo cuanto el otro desea y odia. Lo mismo que las voces se unen hasta que parecen una sola no pueden ser de una única persona, del mismo modo un cuerpo no puede tener más que un corazón. (116-117)
Chrétien, listo, hace un pequeño tratado de no-anatomía. Pero lo que de cierta manera aquí me mueve a escribir es explorar cómo la imagen de una dimensión personal y privada se puede abrir a una política y pública. En el Libro de Alexandre, pero también en otras muchas obras, tenemos pasajes como el siguiente:
Señor dixo Atrabatus el tiempo en que estamos
non es menester que baralla boluamos
entiendo bien que todos con vn cuer andamos
fasta que nos de Dios prenda mejor es que $uframos.
Esto se lo dice un miembro de su consejo a Darío, emperador persa. El sentido del verso es que todos comparten la misma opinión, existe concordia (tienen el mismo corazón), y de lo que se trata aquí es de enfrentar a las huestes de Alejandro.
Entonces podemos observar una vez más, la sublimación del código vasallático para expresar la fortaleza de la unión amorosa: como bien sabemos, no puede haber nada más que un trasfondo ideológico para unir individuos y hacerlos luchar contra otros. En este caso se trata de que los vasallos comparten la misma voluntad que su señor, por lo que es la lealtad la que amalgama esos corazones y no perdamos de vista que la lealtad es tema fundamental de la sociedad medieval pues es lo que garantiza la estabilidad de la pirámide social (el Libro de Alexandre tendrá la traición como uno de los ejes fundamentales dada su capacidad de vulnerar la posición de los señores). De esta manera explicamos frases del tipo "el amor todo lo vence", inscrita en una lógica de batalla: a final de cuentas en la dinámica del amor artístico hay que superar obstáculos.
Quizá haya que señalar una diferencia estructural. A pesar de que con esta imagen de la unión de corazones/voluntades se enfatiza la fuerza del amor, la situación forzosamente en la dinámica privada es diferente, o debería serlo para nosotros. Si interpretamos de manera estricta el texto medieval, literariamente es el varón el que es "vasallo de amor", por lo que la relación se invierte en favor de la dama, lo que por otro lado, es una ficción literaria; si nos vemos muy históricos, diremos que la sociedad patriarcal inclinaba la balanza hacia los intereses de los varones aunque el velo ideológico sublimara dicho yugo; si nos vemos más bien actuales, que es la postura que me interesa perseguir, diremos que en el amor debe haber dos voluntades y que ninguna se impone sobre de la otra, sino que es como dos voces que se mezclan, que el amor es el "duro deseo de durar", que en el amor se funden dos miradas que contemplan más o menos el mismo paisaje, que el amor choca dos voluntades: las presiona hacia sí mismas, y así las voluntades reconocen las diferencias que las distinguen, las incorporan, y las extienden en el tiempo, no para deshacerse de ellas, sino que lo hacen en un abrazo infinito que desconoce la imposición del uno.
Hace tiempo leía un librito que decía que deberíamos sacar al amor del discurso de la explotación, eso de que "hay que trabajar en la relación" quizá es reflejo de nuestra valoración a priori del trabajo como algo bueno y necesario, lo que en últimas consecuencias y en este contexto defiende intereses muy específicos. Quizá estos ejemplos sirvan no sólo para el especialista en su deseo de entender hasta qué nivel en los textos medievales el amor y lo bélico están imbricados dentro del marco de ideas comunes, sino también para que nos demos cuenta de cómo hemos aprendido que es el amor: 'conquistar el corazón de alguien', por ejemplo, está a dos rayitas de ser 'subyugar la voluntad de alguien'. ¿Peco de exagerado en el ejemplo anterior? Puede ser, pero al final nunca deja de ser necesario ver si lo que tenemos naturalizado esconde esas cosas que no sabemos que sabemos, porque ahí es donde opera la ideología. El amor occidental lo heredamos del siglo XII, es el amor del que nos quejamos porque perpetúa dinámicas de desigualdad y en teoría esas son las cosas que nos interesa desmantelar. Irremediablemente el amor caerá sobre algún marco ideológico, lo que no es necesariamente malo: cuando Alain Badiou dice que el amor es "la expresión mínima del comunismo" no desideologiza el amor, sino que lo inserta en un mundo en el que no existe la explotación del hombre por el hombre en ninguno de los niveles y claramente esto le parece preferible. Al final al final al final de todo, se trata de asumir una postura, pero para eso hay que reconocerlas primero: para eso leemos.
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