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Gladis

Ya en su lecho de muerte fui su confesor, y por temor a no arrepentirse según las reglas que todos conocemos, me contó algunas de sus travesuras de tiempos anteriores, pero la mejor sin duda fue ésta.

Ella se llamaba María Rosa, y se había casado muy joven, apenas tenía unos 14 años cuando la desposó un tal Antonio, que ya tenía sus 25 años, pero bueno, para la época no era cosa de escandalisarse, además fue bajo el consentimiento de su madre que sabía que Antonio podría ofrecerle una mejor vida de la que tendría quedándose en la casa, el padre había fallecido además. Total que Antonio hizo en algunas ocasiones las veces de padre, pues a los catrce años María Rosa era bastante inmadura.

Antonio trabajaba y se ausentaba mucho tiempo, María Rosa crecía y se convirtió en una linda mujer, y en esos tiempos de florecimiento la carne está tan viva que de vez en vez olvida los límites de la fidelidad y fue así como María Rosa se hizo de un amante que vio praticar tiro al blanco en un campo desierto con una pistola y una botella. No era cualquier fulano era Roberto Ordoñez, hijo de Don Jesús Ordeñez, amigo íntimo del presidente y gobernador de la entidad donde todos estos personajes vivían. Resultó que Roberto era más joven que Antonio por lo que tenía gran afinidad con María Rosa y entre estos gustos compartidos, el sexo clandestino.

Pasaron algunos años, Roberto y María Rosa no podían verse muy seguido pues Roberto se preparaba para ocupar algún puesto político de importancia y no podía distraerse de su educación, Antonio cada vez parecía más aburrdio para María Rosa y había tomado actitudes muy moralizadoras, siempre estaba tratando de aleccionar a María Rosa, por lo que hartaba a la bella jovencita.

Roberto y María Rosa habían acordado verse en casa de ella cierto día, y cunado tal día llegó, Roberto para asegurarse de que podían verse, es decir, que no estuviera en casa Antonio, mandó a un mensajero para ver si la visita era posible. María Rosa se había desecho en sudor y deseos imaginándose a noche anterior el esperado encuentro con su amante. Cuanod tocaron a la puerta María Rosa ya estaba dispuesta a consumar sus deseos, la abrió y le plantó un beso al sujeto equivocado pues estaba besando al mensajero. Éste se soprendió y pidió disculpas pero María Rosa no podía esperar más así que lo hizo pasar y lo llevó a una habitación de la casa y ahí apagó ella sus ardores.

Roberto notó que su mensajero se tardaba mucho, por lo que desesperado fue a casa de María Rosa. Tocó la puerta, ella se asomó por una ventana y vio a Roberto "Ya bajo" le dijo. El mesnajero preguntó quién era, y ella le dijo que era su jefe. El muchacho pensó que aquél era su fin pero María Rosa le dijo que se quedara en esa habitación y no hiciera ruido.

Le abrió la puerta a Roberto y lo besó con pasión. Roberto ocupado en dar vuelo a sus deseos, no preguntó nada a María Rosa y se dejó conducir a una habitación diferente de en la que estaba el mensajero mientras María Rosa lo besaba y lo desvestía. Fianlmente el destinatario correcto recibió los favores de María Rosa y cuando hubieron terminado sus quereres, oyeron que tocaban la puerta. Era Antonio, y Roberto se dio por muerto. María Rosa le preguntó si de casualidad traía su pistola consigo y el respondió que sí. "Muy bien Roberto, ahora, agarra tu pistola y abres la puerta d ela casa, te encontrarás con Antonio, tú sal como si buscases a alguien y no le digas palabra, ya fuera d ela casa vete a bune paso". Roberto hizo lo que le ordenaron, cuando se encontró con Antonio le apuntó momentáneamente con la pistola, pues pensó que si se libraba de él, podría tener a María Rosa para sí, pero comprendió que ella se enojaría mucho si matara a Antonio por lo que siguió las intrucciones y se fue.

Antonio fue hacia su mujer muy enojado y le preguntó "¿Qué hacía ese hombre en mi casa?" Ella respondió un poco agitada "Ha pasado algo terrible. Ese señor perseguía con su pistola a uno de sus mensajeros pues suponía que algo le había robado. Yo tenía la puerta d ela casa abierta porque iba a salir a barrer la banqueta y se me había olvidado el recogedor, así que la dejé abierta en lo que iba por el recogedor. En eso entró el mensajero y me dijo que lo perseguía su jefe por algo que él no había hecho y me pidió refugio. Yo lo guardé en aquella recámara y en eso vi que su jefe estaba en la entrada de la casa. Fui hacia él y me preguntó que si no había entrado un hombre desconocido a mi casa. Le dije que no pero no quedó satisfecho, cerró la puerta para que no saliese nadie y husmeó en la sala. Aun con alguna sospecha salió d ela casa pue sno quería perder el tiempo en caso de que el mensajero estuviera en otro lugar y ahi fue cunaod tú llegaste". Antonio pensó qe lo que su mujer decía era verdad pero hacía falta algo, ¿dónde estaba el mensajero? Ella dijo -no te apures ya te lo muestro-, y lo condujo hacia la primer habitación; ahi estaba el mensajero muerto del miedo pues probablemente el marido lo mataría. Ella le dijo- ya no temas hombre, tu jefe se ha ido y mi marido está muy complacido de que su casa haya ayudado a un hombre inocente-. El mensajero entendió inmediatamente la treta, dio las gracias y se fue.

Antonio entonces le dijo a su mujer "me alegro de lo bien que te he educado y de que seas mi mujer".

Después de la confesión de este gran pecado y de la absolución, María Rosa descansó en paz eternamente.

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La inteligencia femenina, la estupidez masculina, la prontitud de la mujer para sus puterias y los perros calientes hacen de este cuento un "casos de la vida real"H

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