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Validaciones espurias y tangentes con Benjamin.

[Hasta nuevo aviso, esto es sumamente irrelevante]
El anterior título es una forma de deslindarme de cualquier responsabilidad. Claro que también es un título pretencioso, del tipo "Aristas circunstanciales de la estructura según Deleuze" o bien "Un panóptico del poder o del espectro de Foucault" que revelan una lectura de alguna de estas egregias figuras lo que pareciera ser suficiente como para ostentar un título ostentoso, pero que da la flexibilidad suficiente como para no ser categórico y dar espacio al error. Aunque me encantaría hacer una entrada de la retórica de los títulos, debo dejar dicha empresa para otra ocasión. Y es que ni modo, quiero dejar por escrito cómo me voy a legitimar vía Walter Benjamin.

Antes de entrar propiamente en materia, quiero comentar por qué parece que Walter Benjamin es alguien que me puedo dar el lujo de usar para validarme. Hace pocas semanas uno de mis amigos se mudaba para vivir con su novia y "desempacaba su biblioteca". Creo que uno de los más absurdos y  satisfactorios placeres de la vida está en acomodar libros propios. Claro que se trata de una placer burdo que viene desde el acaparamiento, pero no de cualquier cosa, es un coleccionismo especial que nos convierte superficialmente en rebeldes y nos permite colocarnos en un escalón moral desde el que vemos a nuestra sociedad con tantitita condescendencia. Pero también comprende un pequeño ejercicio de taxónomo, de arquitecto que impone una estructura y una serie de relaciones que revela cómo es que nos enfrentamos ante el contenido de esos objetos.

Resulta que en dicha tarea se encontraba mi amigo y al no poder encontrar con precisión una zona para Benjamin decidió crear la zona WB. Tomó una foto para compartir su anomalía taxonómica y todos celebramos dicha decisión: amerita celebración ver que dos sujetos se unen por medio de sus bibliotecas y crean algo nuevo va más allá del simple hecho de decir "mi-ren-so-mos-chi-dos-nos-gus-ta-Ben-ja-min" aunque haya algo de eso también. Quizá deba decir que casi todos lo celebramos, pues no faltó el pendejo que comentó que le faltaban unos volúmenes, que no presumiera. Después también comentó que cuando leyera a Benjamin en alemán entonces ya podía presumir, que leerlo en español qué. Al pobre imbécil poquito le faltó para decir "tú ni lo escribiste wey, no presumas" y mostrar que no entendía nada del gesto. Pobre pendejo vaya. Pero además de aprovechar para pendejear al dicho sujeto, lo interesante es que él interpretó que la foto era un ejercicio de validación espuria:para validarse por medio de Benjamin hay que tener todos sus libros en alemán, o si no, no cuenta.

Me inserto en un espacio de sabotaje, pues si un pendejo interpretó que uno se puede validar vía Benjamin, pues dicha validación es una pendejada. No sólo eso, es una validación espuria porque no tengo TODA la obra. Pues bien, yo, hablante de español, lo leí en inglés así que debo estar en el último y más bastardo eslabón de la validación. Así que para purificarme tantito, optaré por no citar nada, la paráfasis será mi amiga y me ayudará a mantenerme en la tangente con Benjamin.

[Aquí ya empieza lo interesante, creo]
En "Desempacando mi biblioteca" Walter Benjamin nos advierte que no va a hablar como tal de la colección sino de la actividad del coleccionista. Es otra bonita manera de decir que no va a hablar del producto sino del proceso detrás del producto. Expone que hay varias formas de hacerse de un libro. El primer ejemplo invocado tiene que ver con la transcripción verbatim de los títulos que nos interesan. Este ejercicio implica una pasión desbordada y un interés febril por el libro en cuestión que difícilmente se antoja viable. Otra de las formas es, quizá sobre decirlo, la compra del libro. En este fragmento quizá lo interesante es el desdén por el valor económico: Benjamin en una subasta puede pagar una suma considerable por un libro, o bien arreglárselas para que el libro que le interesa no se subaste y lo pueda obtener después de ella a un precio accesible. Se trata una vez más de una descripción del proceso y no de una glorificación del poder adquisitivo. Y al final dice que la forma más fundada, más fuerte, de la relación con el libro es la herencia. La idea que propone no de que los libros vivan en la colección del individuo, sino que el coleccionista vive en la colección, me recuerda también a la forma en que propone que incluso las falsificaciones de las obras de arte previo a la reproducción mecánica, son parte misma del aura de la obra.

En esa disciplina de los estudios textuales y bibliográficos, hay un concepto que llamamos "provenance" y tiene que ver con el caminito que el libro ha seguido para llegar hasta donde está.  La forma en la que Benjamin describe las formas de posesión, me ha hecho pensar en cómo relacionar esto con el trabajo que hago comúnmente. Si nos mantenemos en la línea del proceso, quizá podemos hacer nuevas descripciones.  Todo parece indicar que más que poseer el producto, importa ser parte del proceso.

¿Dónde está el libro? Esta pregunta imbécil, pretende problematizar si la obra está en las letras impresas o si la obra está en la mente del lector una vez que la ha leído o en el mismo acto de leer. Si completar la operación de llevar el texto a la cabeza puede comprenderse como un acto de re-escritura no-mecánica entonces podríamos colgarle un adornito de la Teoría de la recepción a las reproducciones de las que habla Benjamin, particularmente me refiero a la que explícitamente es copiar a mano un libro. Un lector posee al libro, no porque tenga el objeto, sino porque lo escribe, lo reescribe y completa el proceso.

En realidad, creo que ese es el ejemplo más prolífico para mí. Pensemos en la tarea del editor crítico. ¿Quién más que el editor crítico transcribe con tanto amor y placer los testimonios que serán la materia prima de sus ediciones? Pensemos en el editor crítico como alguien que al no poseer el don de la ubicuidad, no puede tener todos los testimonios a su alcance, tendrá que copiar verbatim manuscritos e impresos antiguos. Ahora las ediciones digitales parten también del mismo punto: se tiene una reproducción de la imagen del manuscrito, pero es el editor o sus ayudantes quienes transcriben pacientemente los testimonios.

Me parece que además, nadie como el editor crítico tiene la posibilidad de desaparecer, sobre todo ante los ojos del lector no especializado. Fijar un texto no parece que sea una labor evidente, como sí es la de un traductor. Aunque ambos presentan un texto y juegan un papel importante en la fortuna que pueda tener, el traductor no puede desaparecer nunca, ya no por el hecho de si ha hecho un buen o un mal trabajo, sino porque el texto traducido es prueba misma de que es producto de una operación, mientras que el editor crítico que construye un texto, puede e intenta desaparecer siempre. Quizá no sea trivial entonces que estemos más familiarizados con la labor de un traductor que con la de un editor crítico.

Los distintos problemas que presenta la traducibilidad de un texto, nos han llevado incluso a afirmar que la traducción de un texto puede considerarse como una obra completamente distinta. El editor crítico trata de hacer todo lo contrario: no que no disfrute de que se reconozca su trabajo, pero no pretende que su edición pueda ser una obra distinta. El editor crítico es un re-escribidor que pretende permanecer tan in situ como sea posible, el traductor traslada, como bien señala la raíz latina transducere.

Esta circunstancia, aunque sea falazmente, hace que la tarea del editor crítico más fielmente parte del proceso que parte de la creación de algo nuevo aunque toda intervención en realidad es la creación de algo nuevo: cada lectura individual dará un resultado específico. Pero a fin de cuentas, ambas tareas serán parte de la "provenance" de las obras, o dicho de otra manera, ambos tendrán injerencia en el proceso que lleve a la obra a manos de alguien más.

Si el proceso es lo que convierte al coleccionista en coleccionista, ¿no será que editores críticos y traductores son una sutil especie de coleccionistas profesionales?  No hace falta traducir o editar muchas obras, hay quienes tienen 300 versiones distintas de la misma obra. Pero ¿de qué manera influir en el proceso de una obra más fuertemente que estando atrás de la impresión de la misma?, ¿qué manera más directa de vivir en la obra y no hacer el objeto viva en uno? El crítico siempre será una persona que firme su artículo, su libro. El editor, el traductor, también lo firman, pero no en figura de autor. La gran diferencia será que por más que se dedique al mejor libro del mundo, leeremos con desagrado al crítico si es que su trabajo es malo, en cambio quizá a pesar de un mal editor o un mal traductor, no vamos a dejar de leer ciertas obras. Las obras, como digo, no viven en ellos, ellos viven en las obras.

Quizá podamos comparar esto de transcribir con heredar. Heredar es un acto de traspaso, se heredan los objetos que se han adquirido gracias al poder adquisitivo que el trabajo le ha dado al individuo. Uno puede heredar lo que uno ha producido, pero no sólo eso, y sin duda uno hereda lo que el trabajo permitió acumular. Uno trabaja sobre unos textos antiguos, pero esos textos pre-existieron y en todo caso son independientes al acto que tiene como consecuencia la edición o la traducción: uno hereda el producto de su trabajo. Aquellos quienes participan de la conciencia del acto de edición o de traducción son los herederos en una segunda instancia. Quizá he llevado esto demasiado lejos, pero me gusta pensar que no, que nuestro trabajo nos permite poseer y heredar en esta dinámica en la que la posesión es humo.


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